Entre los valles frondosos del occidente asturiano, a pocos minutos de Santa Eulalia de Oscos, se encuentra una ruta corta pero densa en atractivos. Un recorrido semicircular con inicio y final en la aldea de Barcia, que discurren entre bosques de carbayos y antiguos cortines (construcciones tradicionales para proteger las colmenas del oso); se atraviesan arroyos por pasarelas de madera, y se asciende hasta el Pico del Orro, punto más elevado de la ruta.
Descripción del la ruta Os Cortíos
La ruta PR-AS 278, conocida como Os Cortíos, es una senda semicircular de aproximadamente 8,5 kilómetros, con un desnivel acumulado muy moderado (unos 330 metros) que resulta ideal para hacer en unas 2,5 a 3 horas y apta para casi cualquier caminante. Tiene dos partes diferenciadas: la primera (y última) es una senda fluvial que sigue el río Barcia; la segunda es un sendero circular que rodea la ladera. No presenta dificultades técnicas, aunque sí conviene llevar buen calzado, especialmente si ha llovido, pues el barro y las hojas mojadas convierten en resbaloso lo que de otro modo sería un paseo amable.
El recorrido parte de Barcia, una pequeña aldea con el caserío típico de la zona: casas cúbicas, de muros de cuarcita y pizarra, tejados a dos aguas y hórreos con buena talla; destacando sobre manera «La Casa de Aquel Cabo», que no es sólo una casona del siglo XVIII, sino la obra de un hidalgo cabreado —Antonio Martínez Lastra y Ron— que, tras un pleito con los monjes de Villanueva, decidió levantar su propio feudo, fuera de su alcance y con vistas al río. El conjunto lo tiene todo: casa solariega, capilla con tribuna interior, hórreo, cabanón y muro perimetral de pizarra, como quien dice “aquí mando yo”.
Desde el aparcamiento habilitado junto a la AS-27, se accede a pie a la aldea de Barcia. Cruzada ésta, se toma la senda fluvial entre carbayos (robles), castaños, acebos y musgos que invaden sin permiso los muros de piedra. El nombre de la ruta proviene de unos elementos singulares del patrimonio etnográfico asturiano: los cortíos o cortines, que no son otra cosa que recintos de piedra (de mampostería en seco), circulares o elipsoidales, con muros de hasta tres metros de altura, rematados con lajas salientes que son un refuerzo contra la lluvia y los animales invasores. Antaño eran construidos para proteger las colmenas del fuego y del oso, un comensal insaciable que no era personaje de cuento sino presencia real en los montes. El plantígrado nunca desdeñaba un bocado de miel, pero la economía campesina no estaba para perder ni un enjambre. Dentro de estas fortalezas para les abeyes (abejas) se instalaban los trobos, colmenas tradicionales hechas con troncos huecos de alcornoque, dispuestos en altura y bien alineados. El conjunto, que visto hoy resulta tan funcional como bello, es testimonio de una apicultura que fue sustento, trueque y herencia.
En esta excursión se pueden visitar dos cortíos: el Cortín de Carrelo y el Cortín de Navallo. Ambos están señalizados y se encuentran en buen estado, restaurados con respeto y sobriedad. Junto a ellos, paneles informativos recogen fragmentos de estudios de etnografía que recuerdan que la miel, además de endulzar, servía para pagar rentas a los monasterios o formar parte de las dotes matrimoniales.
Desde el cortín de Carrelo, el sendero asciende suavemente hasta alcanzar el Pico del Orro, que con sus 630 metros de altitud es el punto más elevado de la ruta. En el descenso llegaremos al arroyo de A Pasadía, que cruzamos para nuevamente subir poco a poco y descender de nuevo hasta llegar al Cortín de Navallo, el segundo de la jornada. Desde aquí, caminando poco a poco por la senda fluvial, se cierra el bucle que nos devuelve al punto de partida. Hay un puente de madera sobre el río Barcia que marca claramente la unión de la ida y la vuelta. Este último tramo es especialmente agradecido: fresco, umbrío, con musgos gruesos y helechos gigantescos, como si uno caminara por un bosque encantado ideado por Tolkien.
Una lección etnográfica y natural
Quien recorra esta senda con calma se llevará más que unas fotos bonitas. Se llevará una lección muy real de lo que fue la vida en estas montañas: dura, ingeniosa, frugal, pero también sabia y sostenida en el tiempo. En un mundo donde todo caduca rápido, un cortín de piedra que lleva doscientos años en pie tiene mucho que enseñar. Son símbolos de una economía doméstica basada en la autosuficiencia, donde las abejas eran tratadas como un ganado más. La miel era azúcar antes del azúcar, remedio antes del botiquín, lujo antes del mercado. No faltaba en los dotes matrimoniales una o dos colmenas, ni en las rentas feudales el tributo en cera.
La ruta es también un canto vegetal: carballos (robles) que detienen el tiempo, avellanos que enmarcan puentes como escenas de una novela pastoril, y un el sotobosque diverso con distintas especies de brezos, tojos, helechos, escobas, arándanos, etc. .
El río Barcia, modesto en caudal pero generoso en belleza, acompaña buena parte del trayecto. Y cuando la senda se eleva, entre helechos y brezales, el esfuerzo se ve recompensado con las vistas sobre el valle de Barcia, las aldeas cercanas y el interminable tapiz verde de los montes.
Datos de la ruta Os Cortíos
Semicircular (tramo lineal + tramo circular).
Distancia total: 8,5 – 8,8 km
Duración estimada: 2 h 30 min – 3 h (a paso tranquilo).
Desnivel acumulado: aprox. 330 m de subida.
Dificultad: fácil.
Señalización: PR (blanco y amarillo). Bien marcada, aunque se recomienda llevar mapa o GPS.
Puntos de interés: Aldea de Barcia, Cortín de Carrelo, Pico del Orro, Cortín de Navallo, bosques de robles, castaños y acebos.
Acceso y aparcamiento: Desde la AS-27, en las cercanías de Santa Eulalia de Oscos.
Recomendaciones: Calzado de montaña, protección solar y chubasquero, agua y algo de comida.
Texto: © Ramón Molleda para asturias.com









