Búsquenlo en internet y no lograrán más que cuatro frases sobre él. Desplieguen el mapa de Asturias, situénse en el concejo de Allande. Si quieren encontrarlo rápido muevan el dedo índice en las inmediaciones del vecino concejo de Grandas de Salime. Pasen el embalse. La aldea está antes del mítico Alto del Palo. Si venimos de Oriente, como reyes magos en busca de un tesoro espiritual, entonces: después del Palo. Sea como fuera es un punto perdido en un gran municipio montañoso de 370 kilómetros cuadrados y apenas 2.000 habitantes: Pola de Allande.
¿Qué nos encontramos en San Emiliano?
Hácese saber en internet y en otros medios de documentación que San Emiliano, la aldea en cuestión, es el séptimo núcleo en población del municipio. Si bien, nos quedamos sin saber si tiene 5 o 500 habitantes. Finalmente decidimos acercarnos para saber de qué se trata realmente, demográfica y sociológicamente hablando. La carretera sube y baja. Sabemos, por que lo hemos leído antes de partir, que sobre esta compleja orografía de origen paleozoico se extiende una nutrida vegetación de robledales, hayas, castaños y abedules. Aunque también lamentamos, tal como hemos sabido por otras fuentes, que la flora autóctona ha sido en parte sustituida por repoblaciones de pinos. De todo hay, lo vemos con nuestros propios ojos carretera arriba, carretera abajo. Dicen los libros que por las inmediaciones existe una gran fauna de jabalíes, urogallos, rapaces, liebre, corzos e incluso algún oso. Y no lo dudamos. Justo antes de aparcar a las afueras del pueblo nos topamos unas viñas un tanto abandonadas. En esto también aciertan las cuatro líneas que hablan de San Emiliano: el cultivo de la vid, introducido en la zona en el siglo XI por los benedictinos, es poco más que un recuerdo.
Contemplamos la aldea antes de entrar. Un halo mágico la corona. Es una nube baja alargada y sinuosa como la carretera que hemos abandonado. Una señora se acerca. Tira de una cuerda a la que va sujeta una vaca. El cencerro pasa a nuestro lado como si sonase en otra dimensión. Ella nos saluda con la mano y nos saca del ensimismamiento. Adiós, muy buenas.
Entramos sigilosos en el pueblo, sin hacernos notar, sólo con nuestras reflexiones y nuestras hipótesis intimistas. Si nos envuelve la niebla habremos logrado más autenticidad en este viaje de ida, pero de dudosa vuelta, al medievo. Si acudimos en los meses fríos saldremos de duda antes de tiempo: las chimeneas humeantes nos dicen que allí hay vida humana. Y sí, de repente dos niños pasan a toda pastilla en sus bicicletas: ¡bicicletas!
Casas típicas de San Emiliano
A medida que nos adentramos en el meollo de este antiquísimo pueblo, ya vemos algún vecino más, como si en el fondo hubiese sentido nuestros pasos cientos de metros antes y decidiesen ahora salir a nuestro encuentro para saludarnos y sacarnos de dudas. Nosotros también saludamos para no ser descorteses. Llega un momento en el que alguien nos invita a un vino autóctono en una bodega que antes, posiblemente, ocupaba una cuadra. Volvemos a tirar de manual: la casa tradicional en Allande responde al tipo de casa-bloque cuadrangular de dos plantas, que engloba la vivienda y la cuadra en el bajo.
Podría ser por efecto del vino, casi un elixir misterioso, que volvemos a la intemperie y la niebla mental se ha disipado. Asoman entonces las casas, con muros y cubierta de pizarra. Son elementos conocidos pero por alguna razón mucho más rústicos que en ningún otro sitio. Aquí la casa típica del occidente asturiano se mezcla con la mampostería medieval por doquier, y los hermosos hórreos y paneras a pesar de pertenecer al siglo XVIII o XIX, más parece que ofrecieran servicio a antiguos vasallos del XV. Sus signos resultan ancestrales y no logramos interpretarlos porque quizás esto también forme parte de la leyenda de San Emiliano. Como mucho sabemos esto: Hay inscripciones muy notorias, con diversos motivos ornamentales y simbólicos, que caracterizan un estilo decorativo que se conoce como estilo Allande.
A falta de mayores aclaraciones por parte de los documentalistas, encontramos un letrero ciertamente ambiguo: San Emiliano fue declarado conjunto artístico y pintoresco en 1971. ¿Pintoresco? Por lo menos tenemos una fecha concreta. Parece ser que desde el siglo XVI en el que se cataloga la Casa de La Torre, hasta 1971, el tiempo hubiese transcurrido silencioso sin nadie que lo datase, y que desde 1971 hasta nuestra llegada ninguna otra cosa hubiese ocurrido en este túnel temporal.
Hemos citado la Casa de La Torre. Pues sí. Desde luego no pasa desapercibida: Este conjunto señorial está organizado en torno a una torre cuadrangular, de tres plantas y construida en el siglo XVI, a la que se adosan dos cuerpos de menor altura, uno coetáneo de la torre y el otro algo posterior. La Torre luce cuatro escudos correspondientes a algunas de las familias más poderosas de Allande. Ya tenemos otro dato: familias poderosas. La verdad es que ya lo presumíamos. En general las construcciones de San Emiliano no son cualquier cosa. Señores haberlos haylos aquí, o al menos, húbolos. Está también la Casa de Santos, su iglesia Románica, etc, etc.
En resumidas cuentas, que nuestro paseo se convierte en un círculo vicioso y alegórico en torno a nuestros propios fantasmas. Acabamos viendo extensiones de terreno en las inmediaciones dedicados a la siembra del cereal. Pero alguien nos dice que esto ya no es así en los tiempos modernos. Y eso que también nos aseguran que el autoconsumo y las huertas están pasadas de moda y que los burros están en peligro de extinción, pero algo de todo esto existe aún en San Emiliano. Un espacio protegido en las profundidades de Allande y de la historia, que también pudiera ser sólo un sueño.
Reportaje fotográfico de: Alex Badía
Texto: © Ramón Molleda para asturias.com
