El entorno rural de la aldea recrea su propio pasado y, en abstracto, trata de resumir el compendio de la asturianía. Cerca de un centenar de artesanos (de telas, alpargatería, gastronomía, tallas de madera, orfebrería, construcción de gaitas…) y alrededor de 300 figurantes animan un mercado que Porrúa inventó hace una década para el resto de Asturias.
En el transcurso de este fin de semana histórico la expectación va creciendo. Los «espectadores» se esta singular obra aprovechan los descansos de la función para comerse unas costillas, chorizos criollos, quesos y, de paso, se compran algún recuerdo para colgar en su solapa o en las paredes de su casa. Las hierbas aromáticas inundan el aire, y la animación sigue su propio desarrollo de la mano creativa y el buen hacer profesional de actores de la región que pasean abiertamente entre nosotros, los figurantes . «¡Qué bien que estamos aquí otra vez!», saluda una hipotética familia asturiana perdida en un exilio aventurero de lo más increíble. El paisanu, el primu estudiau, el picarón, el tíu y la neña, dicen que partieron hace años de los Pirineos, atravesaron Europa, llegaron a Siberia, descendieron hasta Arabia, se embarcaron y llegaron a costas africanas, de ahí a América en otro barco, casi nada. Y de cada lugar traían un millón de anécdotas y algún aborigen cautivo para mostrar cual bicho raro. Llegan Porrúa pletóricos a pesar de tan largo viaje, y en todos los casos se muestran expertos diabolo y del contorsionismo.
El «jefe» de la familia, Rafa González, el «paisano», de 2 metros y medio de altura, encajado en sus zancos, explica el por qué de Porrúa como fin de viaje: «venimos a pedir porque por el mundo hay más fame que aquí, eso sí, algún día excepcional nos poníamos les botes de pescar en alta mar», recordaba.
Y entre función y función, quesos y roscos, corre también la sidra como bien había advertido el pregonero al inicio de la Folixa: «y en Porrúa ta la sidra bien fresquina y hay montones de cosuques pa enllenar el güellu y el batiellu». Es más: «al que al mercau no atopa, o ye ciegu o ye un idiota, porque hay moces como roses y de mozos la flor d´ellos, y les ganes de folixa caricoses son encesos (brasas encendidas)».
Llega la tarde noche en la aldea mágica y socarrona, mientras siguen corriendo los frixuelos, embutidos y el líquido elemento, y salta al teatro callejero algún músico de postín para deleitar a los presentes con un concierto, mitad música y mitad narración mitológica, en el que xanas, trasgos, busgosos y otros seres extraños desfilan en en medio del espectáculo. El fuego, como manda la tradición, adorna los rincones de la plaza de porrúa, y la aldea se remonta a la leyenda.
No suelen faltar tampoco en estas jornadas las actuaciones de los grupos folclóricos del concejo que suelen concluir sus bailes con la popular Danza prima, la más autóctona de las danzas, como broche de oro.
La asociación cultural el «Llacín», formada por vecinos de Porrúa, es la impulsora del evento. Nunca esconde su satisfacción por el sentimiento popular del Mercáu, y nunca deja de sorprenderse con la expectación que genera su iniciativa.. Tampoco esconden los secretos del éxito: mucha gente trabajando gran parte del año para que todo salga bien. En el pueblo cada año que pasa se implican más personas en los aspectos organizativos. Esta asociación vecinal, que no para, también fue la que promueve y gestiona otra joya tradicional de la comarca: El Museo Etnográfico de Porrúa, que no debe perderse si se acerca a esta aldea tan asturiana como ninguna.
Museo Etnográfico de Porrúa
En la bella aldea de Porrúa, del municipio de Llanes, famosa por preservar las señas de identidad como …
Texto: © Ramón Molleda para asturias.com