La playa de Gueirúa es luz y silencio, una sobrecogedora panorámica que cambia de tono y de atmósfera con mucha frecuencia. Puede convertirse en un inquietante paisaje de rocas afiladas, como colmillos que emergen del oceáno, o en una maravilla de la naturaleza que abruma por ser majestuosa.
Un escenario de película
Por momentos puede resultar sombría y telúrica bajo el influjo de un temporal norteño, como en un decorado natural de Juego de Tronos. A contraluz asoma entre una niebla amable más propia de El Señor de los anillos. Y podemos admirarla con sol radiante, cielo azul y despejado, siendo fascinantes todos sus rincones como en un happy ending.
Y mientras que el cine aún no se ha fijado en ella -lo hará tarde o temprano-, el mundo de la fotografía le lleva ya mucha ventaja. Además de geólogos, biólogos, pescadores, mariscadores, submarinistas, Gueirúa es frecuentada desde hace años por un séquito de fotógrafos que tratan de retratar todos sus ángulos en busca de la imagen perfecta. De hecho hablamos de un lugar archifamoso para cualquier fotógrafo de paisajes que se precie. Las fotos de esta playa pintoresca y mágica decoran calendarios, revistas y galerías virtuales. Está presente en foros de fotografía nocturna, de amanecer y de atardecer, en grupos de discusión de canonistas y de nikonistas…
Pero hacer una buena foto de este enclave no es asunto sencillo, requiere la aprobación de una comunidad de entendidos. Hay que justificar la idea que se persigue, el encuadre y la composición, el objetivo usado, la exposición… «quizás haciendo un barrido hacia delante sacarías más detalles del fondo», opina un aficionado. Hay quien permanece apostado en un rincón a la espera de la puesta de sol, y quien con paciencia busca la luz de la luna llena. Aunque son muchos los que opinan que la mejor foto de esta playa es al amanecer, porque es entonces cuando el sol aparece tras las rocas afiladas.
Una formas únicas
Geológicamente es una mina de oro. Afloran sedimentos del paleozoico inferior y algunos conglomerados de edad cenozoica. Se ha comprobado que la acción marina es muy intensa aquí, con índices de desgate muy altos; sobre todo por el modelado del oleaje durante los temporales. Una erosión continuada que va rematando las formas y relieves que ahora nos sorprenden y que, de paso, también afecta a los acantilados mismos. Así se observa a las claras en el valle colgado que dejamos a la izquierda mientras descendemos por el acceso peatonal. El arroyo de La Gairúa se encaja y discurre por el roquedo en su tramo final, formando una pequeña cascada antes de alcanzar el suelo.
El extremo oriental de Gueirúa es su zona más emblemática y singular. También la más poética. Una hilera de islotes de piedra afilada; los restos de una antiguo saliente de cuarzo y pizarra que ha sido fracturado y desgastado por el mar durante siglos. Una zona conocida como La Forcada, que divide la playa de Gueirúa y la del Calabón.
Una playa para explorar
Para el resto de los mortales, los que simplemente somos admiradores de paisajes sin par, la playa de Gueirúa es una gozada. En marea baja queda una gran superficie de de rocas, con charcos y pozas marinas de una gran riqueza biológica. Si además nos acercamos a la más grande de las rocas de este espacio, y la bordeamos por nuestra derecha, nos toparemos por sorpresa con una cetárea abandonada.
Gueirúa hay que respirarla; sentir en la piel su microclima húmedo y propenso a la neblina. Es preciso escuchar su rumor silencioso, apreciar su condición recóndita mientras la pisamos. Sólo así merece la pena la caminata inicial y el ascenso de despedida ( más de 200 peldaños y un kilómetro de senda cuesta arriba).
Es recomendable llevar escarpines para recorrer este hábitat en toda su dimensión y poder explorarlo con calma. El baño requiere de buenas condiciones marítimas y cierta cautela cuando hayamos decido el lugar en el que sumergirnos.
Los perros suelen disfrutar de esta playa más que los humanos. No existe ninguna prohibición a la vista.
Información de interés:
Cómo llegar:
Accederemos desde la localidad de Santa Marina, en el municipio de Cudillero, a través de un sendero que recorreremos en una media hora.
Dejaremos el coche en esta localidad y justo después del cartel con el nombre del pueblo, tras una casona de color azul que nos sirve de referencia, se inicia el recorrido. Un camino bien marcado que no abandonaremos en ningún momento.
El último tramo de descenso del acantilado se hace a través de una escalera (unos 200 peldaños) con bastante desnivel.
Coordenadas GPS:
43.562806
-6.316358
Texto: © Ramón Molleda para asturias.com