El Principado es un escenario ideal para el vuelo libre, la abundancia de cumbres de media y alta montaña son una lanzadera ideal desde la que iniciar rutas aéreas vertiginosas, con descensos de auténtico mérito paisajístico y panorámicas inabarcables cuya sola visión libera más adrenalina que cualquier otra actividad de aventura. De hecho, el parapente es un deporte que nació de los montañeros que querían bajar rápido las cimas que habían ascendido.
La pasión de volar tiene un sentido onírico; soñar que podemos imitar a las aves siempre ha estado presente en todas las culturas. El parapente es una herramienta contemporánea a disposición de todos esas personas que carecen de vértigo y que quieren hacer su sueño realidad, comprobar cuánto se parece “volar” a “soñar que volamos”: quietud, silencio, seguridad también, pues en la realidad, si se vuela con cabeza y se obedecen las reglas básicas, podemos llegar a sentirnos tan invulnerables como en nuestros sueños más confiados.
Es preciso subirse a un parapente en condiciones metereológicas ideales. Puede hacerse en días soleados y sin nubes, donde los vuelos son tranquilos. Aunque también se busca alguna ascendencia, para lo cual tiene que haber nubes, que es lo que marca las térmicas. Entre volar con un día completamente despejado o con nubes de tormenta, que son peligrosas, hay un término medio muy amplio en el que se genera ese aire ascendente que nos interesa.
Otra regla capital es volar siempre acompañado e informarse de primera mano con los pilotos autóctonos de las condiciones aerológicas de la zona. Por un lado, sin ningún conocimiento previo, podemos subirnos a un biplaza tripulado por monitores. Por otro, podemos aspirar a dirigir nosotros mismos el ala flexible, para lo cual es imprescindible desarrollar un cursillo que en Asturias imparten varias escuelas. Tras las clases estaremos más capacitados para saber qué tenemos entre manos y conocer nuestros propios límites, e interpretar el movimiento de las corrientes de viento para aguantar más tiempo en vuelo. Sólo bien preparados podremos experimentar una de las sensaciones de libertad más grandes que se conocen.
Se trata de despegar, volar y aterrizar por tus propios medios. El despegue se realiza a pie desde el borde de una ladera encarada al viento. El piloto se sienta en un arnés, unido a la vela mediante dos mosquetones. Usa un casco, a menudo dispone de un paracaídas de emergencia, y generalmente un varioaltímetro, GPS y equipo de radio.
Como se ha reiterado, resulta condición imprescindible el concurso de los pilotos locales para iniciarnos en esta especie de windsurf aéreo. Son ellos los que nos asesorarán de los enclaves específicos que existen en Asturias y que en los últimos años se vienen consolidando en municipios como Gijón, Sariego, Proaza, Llanes, Cangas de Onís, Avilés, Navia o Aller.
En Cangas de Onís:
El mirador de Següencu, muy próximo a la localidad de Cangas de Onís y con 700 metros de altitud sobre el nivel del mar, es lugar de encuentro de parapentistas de la comarca del Oriente y de toda Asturias todas las semanas.
Texto: © Ramón Molleda para asturias.com