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Mirador Llano del Cura

Mirador Llano del Cura

Un balcón sobre Cangas de Onís

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Mirador Llano del Cura
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En el corazón de Asturias, en las estribaciones de la majestuosa sierra de Covadonga, se encuentran el mirador y el área recreativa del Llano del Cura, un rincón que, aunque no siempre figura en las guías turísticas más populares, ofrece al visitante una experiencia de serenidad y belleza natural inigualables.

Hay paisajes que no se contentan con ser meras postales; aspiran a convertirse en escenario de introspección, en refugio de caminantes, en promesa de regreso. Uno de ellos, sin duda, es el mirador del Llano del Cura, un enclave poco frecuentado por las hordas de turistas que invaden Covadonga y Lagos en temporada alta, pero que ofrece, a quien se aventura hasta él, una de las panorámicas más puras y melancólicas del oriente asturiano.




Latitud: 43.3427925 Longitud: -5.1237812
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Ubicado a las afueras de Cangas de Onís, a una altitud aproximada de 750 metros sobre el nivel del mar, el mirador se alza en el área recreativa del Llano del Cura, un lugar que, aunque no figura en todas las guías, atesora vistas que rivalizan con las más célebres de la comarca. Para llegar, basta con tomar un camino que parte junto al cementerio de Cangas de Onís, bordearlo en un ascenso suave que, en apenas unos quince minutos, nos coloca ante un espectáculo natural. No hace falta ser montañero ni aventurero; la ruta es accesible para cualquiera con ganas de caminar un poco y dejarse sorprender. Mejor a pie que en coche, aunque si la idea es pasar un día de picnic quizás sea mejor acercarse con vehículo.

Desde aquí, el río Sella se despliega en su descenso hacia el Cantábrico con la serenidad de quien se sabe protagonista, bordeando la ciudad que fue, en su día, la primera capital del Reino de Asturias, y que aún conserva en sus calles la huella de un pasado glorioso.

Lo que aguarda en la cumbre no es un mirador más, sino un balcón natural sobre el Sella y la historia. Desde aquí, la villa de Cangas de Onís se muestra en toda su plenitud, con su puente romano destacando entre el caserío, como si en cualquier momento fuera a atravesarlo Don Pelayo, cabalgando con su espada alzada. Al norte, la sierra del Sueve se alza con su perfil inconfundible, ese macizo que, en su arrogancia, parece negarse a la evidencia de que más allá comienza el mar. Al sur, el macizo occidental de los Picos de Europa se levanta con su estampa de siempre: un desafío a la lógica y un recordatorio de que Asturias es un país de montañas antes que de hombres.

El área recreativa del Llano del Cura

Quienes llegan hasta el Llano del Cura lo hacen por distintas razones. Algunos buscan un descanso en su camino hacia las cumbres, otros desean reencontrarse con el silencio, y no son pocos los que llegan sin más propósito que el de perderse un rato en la contemplación. Para todos, el mirador se presenta generoso, con bancos de madera y mesas dispuestas estratégicamente para la merienda del caminante. La zona está acondicionada con barbacoas, fuentes y un amplio estacionamiento, lo que lo convierte en un lugar idóneo para detenerse a disfrutar de un día al aire libre.

Pero si hay algo que convierte este lugar en único es su resurgimiento de entre el olvido. Hasta hace pocos años, el área recreativa del Llano del Cura languidecía en el abandono, víctima de la desidia y el desconocimiento. Sin embargo, gracias a iniciativas locales, ha sido recuperado y acondicionado, permitiendo a los visitantes redescubrir un mirador que siempre estuvo ahí, esperando pacientemente a que alguien volviera a mirar desde sus alturas. Además, desde este enclave parten diversas rutas de senderismo, como la que conduce al pueblo de Següenco, un rincón que conserva la esencia de la Asturias rural y que, por sí mismo, ya merecería una visita.

Un lugar para volver

En una época en la que los viajes parecen reducirse a listas de “lugares imprescindibles” y a carreras por acumular fotografías sin detenerse a mirar, el Llano del Cura representa una invitación a la pausa, al asombro y a la reflexión. Aquí no hay colas de turistas, ni carteles estridentes, ni cafeterías vendiendo souvenirs. Solo está la naturaleza en su forma más pura, el sonido lejano del Sella y el eco de un pasado que nunca ha terminado de marcharse.


Texto: © Ramón Molleda para asturias.com Copyright Ramon Molleda


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