Sucede todos los años, cada 16 de julio, a las 20:00 horas. Apenas son diez minutos, menos incluso (siete u ocho), pero se disparan unos 80.000 voladores prácticamente al unísono. No es difícil imaginar el enorme estallido. Aunque una cosa es imaginar y otra vivirlo en directo, pues el cielo se torna completamente gris por un instante, todo tiembla bajo nuestros pies y en estos minutos tan intensos, el penetrante olor de la pólvora parece llegar a todas partes, incluso a la memoria de los cangueses de nacimiento o adopción que no han podido estar presentes.
La aparatosidad de los cerca de 90 decibelios equipara la tranquila villa de Cangas del Narcea con una gran urbe capaz de detonar todo el ruido que contiene en unos minutos.
La Fiesta de la Descarga
El punto álgido de la fiesta consiste en explosionar barrenos, voladores y todo tipo de pólvora (más de una tonelada en total) en el menor tiempo que sea posible. Se aplaude, se grita, el gesto se congela en una sonrisa vibrante que no podemos quitarnos de encima. Algunos se empeñan en hacer fotos, pero mejor harían en taparse los oídos pues semejante descarga busca el límite de nuestros tímpanos. La traca final es tan extraordinaria que un subidón repentino nos domina, una excitación que no nos quitaremos de encima en todo el día.
En la organización de este efímero pero intensísimo evento tiene importancia capital La Sociedad de Artesanos de Cangas (fundada en 1902). Con sus aproximadamente 3.000 socios financian buena parte de la Descarga, montan y desmontan las máquinas lanzaderas en el legendario Prau El Molín y se encargan de velar por el cumplimiento de las normas. Existen además una treintena de peñas federadas, «Las peñas de la pólvora», que realizan sus particulares descargas a lo largo de la semana festiva.
En un evento pirotécnico de esta magnitud, las medidas de seguridad son muy importantes, por lo que se imparten charlas días antes para concienciar a la población. Una parte de la Descarga la efectúan manualmente unos trescientos tiradores con sus correspondientes apurridores o ayudantes. La organización y los cuerpos de seguridad del Estado comprueban previamente que todas estas personas tengan la formación adecuada, que todos los lotes de artefactos estén correctamente etiquetados y que el público, unas 50.000 personas, mantengan una distancia superior a los 50 metros respecto a los tiradores.
Todo el mundo busca el mejor sitio para ver el espectáculo, aunque esto no es del todo difícil ya que los puntos de lanzamiento se encuentran abajo en el valle y el resto de la zona, más alta, hace las veces de anfiteatro. Los barrenos de la peña El Voladorón preludian la tirada y ponen en alerta todo el mundo en las casas y las calles. Es un aviso también para los tiradores que ya están ansiosos, con el pulso acelerado y el cuerpo en tensión. A los más novatos llegan a temblarles las piernas. La ocasión no es para menos. Repasan mentalmente las fases de un buen lanzamiento: se coge el volador por la zona denominada carretilla con el índice y el pulgar, la mecha siempre hacia fuera, se separan las piernas con los pies bien asentados en el suelo. Se estiran los brazos con la vara algo inclinada hacia adelante, se enciende la mecha y oyes el bufido, notas el empuje y lo sueltas… Uno detrás de otro. La tirada a mano es un larguísimo instante que dura cinco minutos. Después le toca el turno a las máquinas lanzaderas, capaces de lanzar decenas de miles de voladores por minuto y generar un ruido indecible.
Con el cese repentino de las explosiones llegan los gritos y la celebración. Las lágrimas, los besos. ¡Feliz año nuevo!, se desean los cangueses, que cuentan los años de Descarga a Descarga.
La virgen de Nuestra Señora del Carmen
Es la protagonista de la fiesta. En la prensa, su estampa suele aparecer en primer plano con los cohetes estallando tras ella. Tanto la pirotecnia desmedida como el repique de las campanas son en su honor. Ya el 7 de julio, nueve días antes de La Descarga, comienzan las novenas con cenas multitudinarias de las peñas y sus particulares «tiradas». Durante esa semana se suceden los actos, incluyendo el pregón y el desfile de las peñas por las calles de la villa.
La mañana del día 16 de julio, arranca una procesión popular que traslada la imagen de la virgen desde la capilla hasta la basílica de Santa María Magdalena. En ese momento ya se producen dos descargas de voladores. Sobre las 8 de la tarde, y después de una misa en su honor, retorna la imagen a la capilla de Ambasaguas, donde permanecerá todo el año. Pero poco antes de llegar a la ermita la comitiva se detiene en le puente romano de la localidad, y en se momento tiene lugar esa oración de pólvora tan particular que es la Descarga. Una combinación perfecta entre fiesta y devoción cuyos orígenes no están suficientemente claros. Parece tener que ver con el uso de pirotecnia para espantar a las tropas francesas que quisieron conquistar la villa (terminaron por huir espantadas ante lo que creyeron que era el sonido de la artillería local), y más recientemente con el impulso de vecinos Gijón afincados en Cangas que querían venerar a su virgen marinera por todo lo alto.
La folixa
La semana previa al Carmen está cargada de actos y eventos: exhibiciones de deporte rural asturiano, actividades infantiles, mercadillos, romerías campestres, grupos folclóricos y bandas de gaitas, desfiles de gigantes y cabezudos, fanfarrias y verbenas con actuaciones musicales todas las noches.
Todo el mundo anda de folixa (como se llama e Asturias a la fiesta). En estas fechas, en el suroccidente de Asturias suele haber altas temperaturas y días tórridos, así que se ha convertido en una costumbre aprovisionarse de sombreros, abanicos, sombrillas, crema solar, mucha agua, mucha sidra. También es casi obligado probar el vino de la tierra y tomarse unas caipiriñas a la canguesa. El buen ambiente reina por todos los rincones de la villa. Tras la descarga acontece una fiesta total; gente de todas las edades disfrutan de la noche más larga y populosa del año. Una noche muy especial que se comparte en familia y entre amigos, con la complicidad siempre presente de las peñas.
Texto: © Ramón Molleda para asturias.com