Con más de 1.500 hectáreas de extensión (la mitad aproxidamente que Muniellos), este bosque es el mayor hayedo de Asturias y uno de los mayores de toda la península Ibérica. Un «fayeu» que forma parte del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias y que está muy próximo a la Reserva de la Biosfera de Muniellos.
La localidad de Monasterio de Hermo que da nombre al bosque, es un recóndito paraje cargado de leyendas. Uno de los entornos más fabulosos del suroccidente asturiano.
Monasterios, aquelarres y xanas
El pueblo se encuentra a unos 34 kilómetros de la capital de Cangas del Narcea, en una zona limítrofe con tierras leonesas. Situado a más de 1.000 metros de altitud, su población no supera los 30 habitantes. Encontramos aquí varias casas tradicionales con cuadra, hórreo y tejo incluido, alguna de ellas blasonadas. Su mayor joya es la iglesia parroquial; resto de un monasterio fundado en el siglo VII por los obispos Severino y Ariulfo que escapaban del control musulmán en el sur de la península. La Iglesia sería reformada en la baja edad media y cuenta en su interior con asombrosas pinturas murales. Destacan entre otras las representaciones de la muerte y de San Miguel venciendo al mal con su lanza.
Cuenta la leyenda que las gentes de uno y otro lado de los límites provinciales evitaban, en especial por la noche, el manantial de Vega del Palo, pues en esta vega cercana al bosque las brujas danzaban y participabann en orgias sexuales con los diablos de Satán (que presidía los aquelarres encarnado en un macho cabrío). El espeso bosque, indómito y «oscuro», causó desde siempre un temor primitivo a los habitantes de estos lares. Solían emplear laurel bendito para curarse cuando presentaban heridas y rasguños extraños, pues los atribuían a las mordeduras de las brujas y no a las rozaduras propias con la vegetación de la fronda.

También hay mitos de Xanas en este entorno. Una esbelta figura de mujer se aparecía ante los parroquianos tendiendo una colada blanca y brillante. Hasta que un vecino osado se aventuró en sus dominios para robarle una capa que era de su agrado. Desde entonces una voz de ultratumba comenzó a atormentarle: viviría mil sufrimientos. El ladrón tuvo que encomendarse a la Santina y le ofreció la capa para escapar de la maldición.
El Bosque de Hermo
El Bosque del Monasterio de Hermo convierte a toda la zona en algo más misterioso y único si cabe. El hecho de que un hayedo de tales dimensiones sea capaz de inmiscuirse en Muniellos, «territorio roble», es algo ya de por sí muy insólito. Hablamos además de uno de los hayedos más notables de todo el país. Se extiende a lo largo de diez kilómetros por la ladera norte de la Sierra de Degaña, en la margen izquierda del río Narcea. Precisamente las fuentes que dan origen a este gran río asturiano se hallan cartografiadas en algunas de las cotas más próximas, así como en el propio valle del antiguo monasterio.
Cuando el excursionista pone los pies en este hayedo es como si se introdujera en un cuadro. La viveza de los colores sobrecoge de tal manera que ni la mejor de las fotografías puede hacerle justicia. Muy escaso sotobosque por falta de luz, rocas cubiertas de musgo y árboles cargados de líquenes, predominando el vulgarmente conocido como barbas de viejo o barbas de chivo, que añade pinceladas lúgubres en muchas zonas. En la parte más próxima al nacimiento de río Narcea, las chochas o arceas pueden observarse con relativa facilidad al atardecer y sus cantos llegan a coincidir con los del cárabo común. Mucha fauna se cobija en su frondosidad, incluyendo -poco probables pero no imposibles de ver- osos.
A lo largo y ancho de su extensión casi virgen se pueden observar las huellas de la mano del hombre. Aún hay restos de minas y de las pistas que se hicieron para llegar hasta ellas y poder transportar el mineral (hace ya muchas décadas). El hayedo de Hermo, especialmente bien dotado de buena madera, aunque hace muchos años que no se explota, sirvió de materia prima para parte de los barcos de la Armada Invencible.
Rutas por el bosque de Hermo
Aunque sobren los motivos para visitarlo, este bosque es uno de los menos conocidos y menos transitados de toda España, entre otras razones porque es de titularidad privada y no existen senderos homologados que lo atraviesen. No encontraremos circuitos señalados ni indicadores algunos de «PR» ni «GR» (pequeños o grandes recorridos), ni balizas multicolores. Sorprenden los «prohibido el paso» en algunas encrucijadas de caminos, aunque nos las topemos en pasos teoricamente de dominio público, pertenecientes a la antigua Cañada o Camino Real que unió desde tiempos inmemoriales: Gedrez-Monasterio-Braña del Narcea-Caboalles.
Estas circunstancias ahuyentan al senderista y refuerzan el ostracismo del bosque. Ahora bien, esto no es inconveniente para acercarse a admirarlo de una manera más que sencilla. La sinuosa y estrecha carretera que desde la población de Rengos se adentra por el valle hasta Monasterio de Hermo, nos invita a la conducción lenta, en especial a partir de Gedrez, que es cuando el valle se estrecha y la masa de hayas en la ladera derecha comienza a protagonizar el paisaje. En los tramos en los que el río corre en paralelo al asfalto, la belleza es total.
Tras alcanzar el pueblo de Monasterio de Hermo aún podemos seguir por carretera, entre antiguas explotaciones mineras. La carretera acabará por convertirse en pista que nos acerca a las Brañas del Narcea. El ascenso nos permitirá contemplar la inmensidad del Monte de Hermo y la ladera tapizada de hayas a la que sólo es posible adentrarse a pie en cortos trechos mediante pistas y caminos. Es este el lugar idóneo para bajarse del coche y conocer el interior del hayedo, eso sí: dejándolo todo tal y como lo hemos encontrado; sin hacer ruido innecesario y siendo respuetuosos con las propiedades y el medio ambiente; caminando sin salirse de sendas y senderos; sin mover troncos, ni ramas, ni piedras; SIN HACER FUEGO NI ARROJAR BASURA.
En las brañas se conservan cinco cabañas en perfecto estado, así como una pequeña capilla, próxima a una fuente de agua cristalina. Desde aquí parte la senda hacia las Fuentes del Narcea y la Vega del Palo: “A la Veiga’l Palo. A la ofrenda’l diablo. Por encima de cadavas, y por debajo de artos”
Fotografías: © Roberto Molero en Flickr