Cada 19 de septiembre acontece en Oviedo este multitudinario desfile que por momentos parece que no se acaba. Una cita que todos los años se inscribe en las fiestas ovetenses de «San Mateo» y que ha sido declarada de interés turístico nacional (internacional a todas luces).
Las dos orillas del Atlántico en Oviedo
En esta exhibición folclórica, ostentosa por su despliegue cromático, participan unas 2000 personas repartidas en charangas, carrozas, grupos de bailes, bandas de gaitas y grupos de música de muy distinta índole. Enseguida se distinguen las dos orillas atlánticas: una es sobria, seria y ordenada, con un planteamiento casi marcial en sus bandas de gaitas y grupos folclóricos, más bien monocroma en sus atuendos, mientras que la otra orilla es más colorista, emplea más instrumentos y mueve las caderas sin guardar posiciones fijas. En ambos casos la música es la protagonista, y afinando bien el oído se pueden descubrir las semejanzas rítmicas entre un xiringüelu y la bossa nova. Cientos de piezas interpretadas con instrumentos dispares: maracas, gaitas, arpas, violines, trompetas, trombones, flautas, guitarras, saxofones, tambores, panderetas y timbales. Todos tienen una raíz común: animar el cotarro.
La fiesta de la emigración
El evento se inicia hace casi 70 años con la idea de homenajear a la emigración asturiana en Iberoamérica, pues desde finales del siglo XIX y hasta la mitad del XX, América fue el continente elegido por miles de asturianos que buscaban probar suerte y una vida mejor. Muchos fueron los que a la postre quedarían olvidados en tierras de ultramar, otros, los que menos, a los que se les comenzó a llamar «indianos», regresaron con dinero y contribuyeron a modernizar sus pueblos, sufragando la construcción de escuelas, las traídas de agua, el arreglo de caminos y carreteras, etc.
Alfonso Iglesias, dibujante asturiano, creador de los míticos personajes de Pinón, Telva y Pinín (que de Pinón ye sobrín), e impulsor, además, de la Sociedad Ovetense de Festejos, expuso con éxito la idea del desfile astur-americano. Dicho y hecho, sus personajes y el folclore asturiano se mezclaron en los primeros desfiles con los relucientes «haigas», aquellos coches americanos, escasos y grandes («el más grande que haiga», de ahí el vocablo) que desembarcaban en España de mano de los nuevos ricos emigrados. El primer desfile se celebró el 23 de septiembre de 1950 y ya convocó a miles de personas en torno a decenas de «haigas» engalanados para la ocasión. Las primeras carrozas -ideadas por Iglesias- representaban la despedida del emigrante, el barco que lo llevó a buen puerto, los países principales de destino: Cuba, México y Argentina, y el regreso como «indiano» en avión.
Y, claro, Asturias esperándoles con los brazos abiertos.
Desde entonces, el Día de América en Asturias creció en miles de espectadores, en extensión por las calles de Oviedo, también en calidad y en presupuesto. El indiano ya no es aquella figura protectora y benéfica que regresaba a una Asturias pobre; pero el desfile sigue siendo, esencialmente, un ejercicio de memoria colectiva aderezado por los nuevos tiempos.
Además del carácter festivo, ahora se profundiza en el aspecto cultural del evento, en la tolerancia e integración que requieren los nuevos procesos migratorios presentes en todo el mundo. Por eso la cita asturiana conlleva encuentros paralelos con periodistas iberoamericanos, con empresarios, asociaciones y colectivos de distinto signo.
Diplomáticos, políticos y personalidades presencian el acto en primera fila, junto a ellos se disponen miles de sillas para el público genera en una monumental tribuna al aire libre.
El pasacalles alcanza su mayor esplendor a su paso por la calle Uría, calle capital de Oviedo, para seguir después por un circuito urbano por el centro de la ciudad. Los grupos grupos folclóricos asturianos se intercalan con los de Cuba, Ecuador, México, Brasil, Colombia…
La policía local suele cifrar en unas 250.000 personas el aforo a pie de calle.
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Texto: © Ramón Molleda para asturias.com